miércoles, 27 de abril de 2011

Empresas y empresarios

En la economía moderna, el empresario es el principal factor de la producción, siendo el encargado de vincular adecuadamente a los otros factores que intervienen en la transformación de materias primas e información en bienes y servicios. Una sociedad que tenga pocos empresarios, tendrá sus mercados en una situación de competencia imperfecta con bajos valores de ocupación y transitando por el subdesarrollo.

No existen cifras respecto del porcentaje mínimo de empresarios requeridos para el pleno desarrollo económico (al menos que sea conocido por el autor del presente escrito). Jean-Louis Servan-Schreiber escribió: “El club formado por la raza empresarial sigue siendo relativamente ínfimo. En Francia sólo hay 725.000 personas que emplean por lo menos a otra, contra 18 millones de asalariados”. Considerando a estas cifras como “normales” para un país desarrollado, nos daría una relación cercana a un empresario por cada 25 empleados.

Desde el liberalismo se promueve la aparición de nuevos empresarios, para que de esa manera mejore tanto el nivel de vida de la población como para que exista mayor igualdad económica y social. Por el contrario, desde el socialismo se culpa al empresariado por crear “desigualdad social” y se promueve la confiscación de la mayor parte de sus utilidades. Al limitar el accionar empresarial, sin que aumente el porcentaje de empresarios, se deteriora el nivel económico general.

La palabra “revolución” implica un cambio abrupto. La sociedad deja de ser lo que antes fue en un lapso relativamente corto. De ahí que las grandes revoluciones, las favorables al progreso humano, son las llevadas a cabo por los innovadores tecnológicos, tal el caso de James Watt, el inventor y empresario escocés que dio inicio, con el perfeccionamiento de la máquina de vapor, a la denominada Revolución Industrial. En años recientes, el empresario Gordon Moore, expresó: “Nosotros somos los verdaderos revolucionarios del mundo actual, no los chicos de pelo largo y barba que estropeaban las escuelas hace unos años”.

No resulta fácil constituir una empresa que sea exitosa y que se mantenga en el tiempo. Para ello se requiere, entre otros aspectos, de cierta disciplina que favorezca la reinversión de las ganancias por lo menos durante unos 20 años. Por el contrario, cuando se pretende vivir muy holgadamente a partir de una empresa en formación, se producen resultados tales como el cierre del 85% de los nuevos emprendimientos, precisamente en los tres primeros años de iniciados, según algunas estimaciones en países latinoamericanos. De ahí que uno de los “secretos” de las empresas japonesas consiste en tener empresas ricas con empresarios pobres.

Todavía no terminan las discusiones acerca de la justa distribución de ganancias entre los distintos integrantes del proceso productivo. Algunas empresas tratan de mantener felices a los accionistas en desmedro de los empleados, mientras que otras actúan en forma opuesta. Entre los objetivos de una empresa pionera, como es el caso de Johnson & Johnson, fundada en 1886, aparece la siguiente prioridad empresarial: “Tenemos una jerarquía de responsabilidades: primero los clientes, segundo los empleados, tercero la sociedad y cuarto los accionistas” (De “Empresas que perduran” de J.C Collins y J.I Porras-Grupo Editorial Norma SA-Bogotá 2002).

Otras empresas han optado por lograr objetivos optimizadores de ganancias, tal el caso de General Electric (empresa fundada por Thomas A. Edison) durante el gerenciamiento de Jack Welch, exigiendo para las empresas de dicho grupo: “Ser el número 1 o el número 2 en todos los mercados que servimos y revolucionar esta compañía para que tenga la rapidez y la agilidad de una empresa pequeña”. Con el aumento de unas 11 veces del valor de sus acciones, en unos quince años, es la primera empresa cuyo valor superó los 200.000 millones de dólares. Thomas F. O'Boyle escribió respecto de Jack Welch: “A medida que se va desenvolviendo la historia de sus 17 años de mando, lo vemos eliminar centenares de miles de empleos, traspasar otros empleos al exterior, comprar y vender centenares de negocios, suprimir niveles completos de la jerarquía corporativa, desplazar el foco de la compañía del tradicional negocio de la manufactura a entretención y finanzas” (De “Utilidades a cualquier costo”-Grupo Editorial Norma SA-Bogotá 1999).

La empresa actual requiere de la innovación como una estrategia para su supervivencia. De lo contrario, sin inversiones en I+D (Investigación y desarrollo), en poco tiempo se verá desplazada del mercado por otras empresas. De ahí la expresión de Gordon Moore, de Intel: “Este negocio está siempre al filo del desastre”. Con inversiones, en investigación, del orden de los miles de millones de dólares anuales, mantiene su posición de líder en el mercado mundial de la industria electrónica.

Varias empresas han hecho aportes importantes a la ciencia y la ingeniería, tal el caso de los Laboratorios Bell, de la AT&T, de donde surgieron ocho Premios Nobel de Física, siendo el transistor, el invento del siglo XX, una de sus realizaciones. Esta empresa surge en las épocas de Alexander G. Bell, uno de los inventores del teléfono.

Es interesante conocer algunos aspectos de la historia de la electrónica asociados a la aparición y transformación de las empresas. Uno de los inventores del transistor, William Shockley, tenía pocas aptitudes empresariales. Reúne varios ingenieros y científicos para la elaboración de los primeros transistores con salida comercial. Luego de un año de trabajo no logran ese objetivo. Ocho de sus empleados deciden irse de la empresa, los que serán considerados por Shockley como los “ocho traidores”.

Algunos de ellos convencen a la empresa de aeronáutica Fairchild para que abra una sección de fabricación de semiconductores. Luego de cierto éxito logrado en su nueva especialidad, algunos de los desertores mencionados, inician sus propios emprendimientos, como es el caso de Gordon Moore y Robert Noyce, fundadores de Intel, de donde surgen los circuitos integrados (creados al mismo tiempo por Jack Kilby, de Texas Inst.) y el microprocesador.

Entre los acontecimientos importantes en el mundo empresarial podemos mencionar el caso de Bill Gates y la empresa Microsoft. Comenzando desde muy joven con sus actividades en el campo de la programación de computadoras, dio el gran salto empresarial cuando logró que IBM adoptara el sistema operativo DOS, adquirido por 50.000 dólares a un programador ajeno a su compañía. IBM no tuvo la precaución de exigir la exclusividad del uso del citado programa, permitiendo a Microsoft utilizarlo en otras computadoras. Luego, asociado a rumores de haber plagiado trabajos de otra compañía, logra el Windows, sistema operativo que logra una aceptación generalizada del mercado.

Las empresas, para ser útiles a la sociedad, deben innovar constantemente, y no sólo en su restringido campo de acción, sino también incursionando en otras actividades ajenas a la tradicional. Este es el caso de la empresa finlandesa Nokia, que se inicia en la industria maderera, para seguir con la fabricación de muebles hasta llegar a la telefonía celular, pero sin dejar las actividades anteriores.

No siempre el inventor tiene éxito empresarial, ya que a veces puede elegir mal a sus socios capitalistas, como fue el caso del inventor de la válvula triodo, Lee de Forest. Este pionero de la electrónica fue estafado por sus socios, más de una vez, hasta que decidió seguir investigando con mayor tranquilidad trabajando como empleado en una empresa que no le pertenecía.

No siempre los grandes innovadores reciben el reconocimiento merecido. Además de ser calumniados por los sectores que, en vez de convertirse en empresarios, pretenden repartir lo que éstos producen, tienen también que padecer la angustia del fracaso. Así, Edwin Armstrong, quien perfecciona el receptor de AM e inventa la transmisión por frecuencia modulada, pone fin a su vida mediante el suicidio. Esta decisión fue motivada por litigios, con empresas rivales, relacionados con patentes de invención.

Cuando muere John Bardeen, uno de los inventores del transistor, y dos veces ganador del Premio Nobel de Física, en uno de los diarios más importantes de Nueva York sólo aparece un pequeño recuadro con la noticia, asignando mayor importancia a acontecimientos cotidianos de poca trascendencia.

No sólo resulta importante la habilidad y el conocimiento para establecer una innovación tecnológica, ya que también debe el empresario conocer las necesidades del mercado. Luego de la Segunda Guerra Mundial, con un Japón devastado, la empresa Sony logra fabricar grabadores de audio de cierta calidad. En las exhibiciones del nuevo producto, la gente se muestra muy satisfecha con la novedad tecnológica, pero nadie los compra. Con la exigencia imperante de encontrar clientes, descubren que pueden encontrarlos en los lugares de enseñanzas de idiomas.

En cuanto a la complementación entre integrantes de una empresa, puede citarse el caso de Hewlett-Packard. David Packard escribió: “Bill (Hewlett) estaba más cualificado en tecnología de circuitos, y yo sabía más y tenía más experiencia en procesos de producción. Esta combinación de aptitudes nos resultó particularmente útil para diseñar y producir productos electrónicos”. “Tiramos una moneda al aire para ver qué nombre iría primero en el nombre de la empresa. No hace falta decir que Bill ganó” (De “El estilo HP”-David Packard-Ediciones Deusto-Barcelona 2007).

Los empresarios destacados se caracterizan por su gran laboriosidad, tal el caso del inventor de la radiotelegrafia, Guglielmo Marconi. Cuando nace uno de sus hijos, su esposa le envía un mensaje que comienza diciendo: “A Guglielmo Marconi, que se encuentra por alguna parte del Océano Atlántico……”. Marconi recibe el Premio Nobel de Física, pero mayor satisfacción le brindó una medalla recordatoria que recibe de los 500 sobrevivientes del Titanic por permitirles, a través de su invención, salvar sus vidas.